Hoy en día, cuántas veces nos preguntamos ¿de dónde venimos?, tal vez lo ignoramos por la limitante respuesta del lugar de nacimiento, pero si nos ponemos a reflexionar, un gran número de personas nacen en distintos lugares de donde realmente se sienten reconocidos, aunque mismamente se aprecia un panorama social el cual se rige por distintas percepciones de una vida cuadrada, que muy pocas veces voltea a ver lo que hay a su alrededor, en un sistema que sólo prioriza el bienestar individual, basado en un egoísmo donde se encierra el no querer responder enigmas planteados de nuestro mismo entorno; entonces la verdadera incógnita en nuestro caso es ¿existe un sentimiento hacia Chiapas? Cada individuo tiene la capacidad de poder definir un término hacia lo que se le cuestiona, esto engloba varios factores, como lo es su experiencia social, la formación académica y cultural; ante todo esto, es muy importante conocer del lugar donde viene, para que tenga sentido hacia dónde se va; sin esto es muy difícil tener una buena concepción de vida, básicamente se estaría rodando sin rumbo alguno, he ahí el problema del sentimiento de arraigo.
Actualmente existen varios estándares de edad para la sociedad, que se le conoce como las nuevas generaciones, personas que están en formación para ser ciudadanos con el civismo y ética que la nación quiere fomentar, aunque muchas veces sean estos mismos individuos que no se sienten identificados con esos valores; entrevistamos a un censo poblacional de cuarenta y cinco personas en la que mayormente se encuentran el futuro de México, esto fue para conocer su opinión ante su pensamiento de sentimiento hacia su estado en el cual nacieron y han vivido; Una maravillosa región rodeada de una diversidad de climas y fauna endémica, donde atraviesa una impresionante sierra madre, conocido principalmente por tener uno de los importantes pulmones naturales del país, la Selva Lacandona. Este estado con una inmensa historia, llena de cultura y tradiciones, que hoy en día lleva por nombre Chiapas; derivado del vocablo náhuatl que quiere decir ”En el río de la Chía” (Vos, 1983).
Lo importante en este apartado sería cómo se identifican con ese sentir chiapaneco, pues principalmente la mayoría de los encuestados tiene una variación en las respuestas, como se menciona anteriormente esto tiene ciertos campos que afectan en las contestaciones, pero ¿Si nos gusta el pozol, somos chiapanecos? Creo que la gran mayoría ignora que no somos el único estado que tiene un gran amor al cacao, es tan interesante saber que nuestros vecinos del golfo, también poseen ese gusto en su paladar cultural, además que fue una de las semillas de mayor importancia en Mesoamérica. En algunos casos existe una identificación con la gastronomía, aunque tengan un escaso conocimiento del cómo preparar un cochito horneado, pepita con tasajo o un delicioso tamal de chipilín; otra parte del circulo social, mencionaba la música tradicional de marimba, afirmando que es la melodía característica del estado, evadiendo por completo un conocimiento histórico de formación sonoro, debido a que son “instrumentos” de origen africano ingresados al continente durante la época colonial.
Así podemos dar otros ejemplos y apreciar que compartimos rasgos culturales ajenos a nuestro propio estado, aunque es muy importante preguntarnos ¿Cuál es el origen de los componentes que se conocen? pero también es sustancial el valor actual que representa, y como la adaptamos, tal vez se ignore que la marimba de doble teclado la cual conocemos ahora, se creó en 1892 gracias al talento de Corazón de Jesús Borrás Moreno, ese fue uno de los aportes que Chiapas le da al mundo musical, con lo que muchos se sienten identificados. A lo largo y ancho de todo el país se cuestionan los acentos de cada región, a lo cual se le conoce coloquialmente como “modismo” o “regionalismo”, estos empleados en la forma fonética del habla, o tal vez demasiadas personas ni siquiera se han preguntado el ¿por qué tenemos una similitud ante el léxico centroamericano? Esta parte es muy importante, saber que esta pequeña extensión de tierra, en algún momento perteneció constitucionalmente a Guatemala, y no es hasta 1824 se anexó al país mexicano. Cabe mencionar que durante este proceso existió mucha confusión sobre el considerarse reconocido con algo. Puede ser ese el parteaguas del verdadero rastro de identidad y a pesar que ya han pasado varias décadas, es imposible superar.
Si hablamos de un “sentimiento chiapaneco” bien lo dijo el Mapachista (Rebelión contrarrevolucionaria de los llamados "mapaches", organizada por criollos que defendieron su patria y el estatuto tradicional [Alvarez, 2018]) Thomas Fernández Ruiz en 1978 bajo una plática con el historiador Antonio García de León, ese concepto será utilizado tomando en cuenta la inseparable connotación de “renacimiento” (Vos, 1998. P. 9), podemos aludir a esto que nuestra gente tiene un arraigo en la tierra donde nació, como una tradición de generaciones, sin moverse del mismo asentamiento, pero también logramos ver que en los escritos del ilustre Jan de Vos, observamos el origen de la cultura de los Chiapa, provenientes de Nicaragua, lo que nos hace preguntarnos ¿Dónde yacemos? Somos del lugar que nos rodea a lo largo de nuestra vida, el cual nos envolvió con su magnífica cultura y grandes tradiciones, sobresaliendo por su calidez humana y su espíritu revolucionario, gente que no tiene miedo a pelear sus derechos, conocedora de la riqueza ecológica que goza, de la gran variedad de regiones, del zapateado que retumba al ritmo de la marimba, la bebida que se disfruta a medio día, la variedad lingüística con la que ha crecido, históricos personajes que nos han representado a nivel nacional, esto sin duda es el sentimiento chiapaneco.
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